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martes, 15 de febrero de 2011

Llegaron de Rusia con los bolsillos llenos de semillas de girasol

Los historiadores agropecuarios argentinos cuentan que la introducción de la semilla de girasol a nuestro país proviene del este europeo y fue protagonizada por los Alemanes del Volga. Los aspectos socioculturales involucrados con la salida de esta comunidad de sus lugares de asentamiento son una parte de la historia. Desde el punto de vista agronómico, esta oleada inmigratoria se vincula a la introducción del cultivo de girasol en América El material introducido en la Argentina era muy heterogéneo en ciclo, sanidad, altura y frecuentemente ramificado. De poblaciones denominadas Gigante de Rusia o Mamouth de Rusia, se derivaron las primeras variedades nacionales. La ciencia rusa del siglo XIX tuvo una alta valoración de los recursos genéticos. En forma concomitante a la adopción del girasol en la Argentina, a finales de ese siglo, también comenzó allí la mejora científica del cultivo con bases genéticas. Se destaca la liderada por Pustovoit, quien diseñó un método con el que rápidamente alcanzó cerca del 50% de materia grasa en los granos. Krasnodar, localizada sobre el margen boreal del río Kuban, fue la sede del programa de mejora de girasol liderado por Pustovoit, a principios del siglo pasado. Al igual que Rostov. Estas localidades están ubicadas en la banda de tierras fértiles que existe entre los mares Negro y Caspio, limitando al sur con el Cáucaso. Algo más al noreste, sobre la margen occidental del Volga, el río más largo de Europa, se ubica Saratov. Esta ciudad se encuentra en la margen occidental del Volga, frente a Engel, que en el siglo pasado fuera la capital de la República de los Alemanes del Volga. Los institutos de estas tres ciudades tienen especial significación con la mejora moderna del girasol. Y si bien fueron Rusia, a nivel mundial, y los alemanes del Volga, en la Argentina, los difusores de esta oleaginosa, la planta de girasol tiene su historia particular que vale la pena conocer.

El girasol era una cosecha común entre las tribus indias americanas de Norteamérica. Estudios arqueológicos sitúan cultivos de esta planta en Arizona y Nuevo México hacia el 3.000 A.C. Incluso elaboraban un aceite que utilizaran en la elaboración de pan. Otro tipo de usos que los aborígenes le daban a la pepita de girasol incluía la fabricación de un compuesto para teñir ropas, pintarse el cuerpo y otras utilidades de índole decorativa. También la usaban en ceremonias religiosas. En muchas culturas amerindias, el girasol fue utilizado como un símbolo que representaba a la deidad del sol, principalmente los Aztecas y Otomies en México y los Incas en Perú. El conquistador español Francisco Pizarro la encontró en Tahuantinsuyo (Perú), donde los nativos veneraban una imagen de girasol como símbolo de su dios solar. Figuras de oro de esta flor, así como semillas, fueron llevadas a Europa a comienzos del Siglo XVI.
La planta americana fue llevada a Europa por los conquistadores españoles hacia el año 1.500 donde llegó a ser un cultivo extenso en Europa occidental para uso ornamental, e incluso para algunas aplicaciones medicinales.
En el siglo XVIII el girasol llegó a ser un cultivo muy común en Rusia, y la mayor parte de este esfuerzo fue obra de Pedro “el grande”, zar de Rusia entre 1.689 y 1.725. En esta época la planta tenía una utilización ornamental y no es hasta 1769 cuando datos históricos revelan que los cultivos se generaban para obtener producción de aceite de girasol.
La comercialización del aceite de girasol comienza hacia 1830 por razones religiosas: la iglesia rusa ortodoxa prohibió el consumo de ciertos aceites durante la cuaresma pero el aceite de girasol no estaba en la lista de aceites prohibidos y así obtuvo una gran popularidad.
Hacia principios del siglo XIX, los agricultores rusos cultivaban unos 2 millones de acres de semillas de girasol para la producción de aceite y semillas para el consumo directo. Los gobiernos rusos apoyaron diferentes programas de investigación entre el que destaca la generación de nuevas variedades con las que se obtenía mayor contenido de semilla y mayor producción de aceite.
Hacia finales del siglo XIX, las semillas de girasol de origen ruso retornan a América, más específicamente a Estados Unidos de Norteamérica con publicidad que aclamaba consumir semillas tamaño Mamut en diversas publicaciones.
Este nombre de semilla se utilizó hasta los años 70 y todo esto pudo haber sucedido debido a los flujos migratorios de rusos y alemanes del Volga a Estados Unidos. La primera utilización que se le dio al producto en Estados Unidos fue como alimento para aves de corral. En 1.926, la asociación de productores de girasol de Missouri elaboró el primer aceite norteamericano.
Las primeras referencias sobre semillas de girasol en la República Argentina se remontan al siglo XIX, cuando distintos grupos de inmigrantes provenientes de Rusia, entre ellos, la gran mayoría, de origen alemán del Volga, se afincan en las provincias de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires y realizan las primeras siembras para su propio consumo.

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