Por Prof. Martha Schiel
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Acostumbrados a leer diarios y periódicos que nos mantienen actualizados, que
nos hablan de política actual, economía, guerra, pobreza, conflictos,
tragedias, realmente me conmueve leer un periódico que, lejos de detenerse en
analizar vericuetos de los vaivenes de nuestra actualidad, se aboca a mirar
hacia atrás para afirmarnos en un presente logrando hacer nuestro futuro menos
incierto, ya que creo profundamente que cuanto más conocemos nuestros pasado,
las historias de nuestros abuelos, sus anécdotas, sus alegrías, sus penares,
nos damos cuenta que podemos reconocernos a nosotros mismos y reencontrarnos
con nuestra propia historia, la cual nos une a ellos aunque no hayan estado
nunca con nosotros.
Un periódico que nos recuerda quiénes somos, nos da sentido de pertenencia
y contribuye a forjar nuestra identidad individual. Un periódico diferente que
nos devela misterios, donde encontramos respuestas a muchos de nuestros
interrogantes. Donde conocemos personas en quienes reconocemos parecidos, apellidos
nombrados y recordados en la mesa familiar, fotos de pueblos tal cual nos lo describieron
nuestros padres. Anécdotas, canciones, vivencias tan parecidas a las que
escuchamos en casa.
Poder compartir con mi padre cada detalle de las colonias, su gente, su
arquitectura, los objetos que guarda el museo “Las Palmeras”, las calles anchas,
la imponencia de la parroquia, las campanadas que se escuchan anunciando la
misa o el fallecimiento de un vecino. Los hornos de barro y las cocinas a leña.
Había escuchado hablar de la rueca en la que mi abuela hilaba la lana. ¡Pero
nunca había visto una! La comida tradicional, tal cual la degustaba mi padre.
Todos estos detalles tan cotidianos, que se vuelven desapercibidos, cobraron
una relevancia inesperada al tomar contacto con ellos y poder conversar tardes
enteras sobre todo lo que había descubierto y que mi padre escuchaba con la
mirada perdida, como observando hacia adentro, redescubriendo sentires sentidos
hace ya varias décadas.
Para los descendientes del Volga que no crecimos en las colonias, es
realmente una doble satisfacción encontrar un material que atesora en sus
páginas un bagaje cultural que nos obliga a indagar, a buscar y compartir, a
reencontrarnos con nuestras raíces más íntimas y disfrutar de ese reencuentro
esclarecedor que nos hace comprender nuestro entorno familiar desde otra
perspectiva, mucho más rica en entendimiento, a la vez que nos permite
enamorarnos de nuestra historia.
Gracias, Julio. Gracias, Claudia.
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