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viernes, 28 de octubre de 2011

La música de los alemanes del Volga


“Las tradicionales canciones de los alemanes del Volga tienen un origen remoto que se diluye en la Edad Media, cuando la música, al igual que el resto de las artes, tiene básicamente un carácter religioso, puesto que los músicos y muchos otros artistas trabajaban para la Iglesia Católica. La música profana continuaba vigente fuera de las iglesias gracias a los juglares, únicos transmisores de la música popular, pero perseguidos por la Iglesia debido a la vinculación de su oficio con el antiguo paganismo romano. De clase social más alta eran los trovadores, surgidos en el sur de Francia, que generalmente componían y cantaban sus propias obras, también alejadas de los temas religiosos. En Alemania realizaban una labor similar los minnesänger. En España, una colección muy importante de melodías semejantes son las Cantigas de Santa María, compiladas (y algunas de ellas compuestas) por el rey Alfonso X el Sabio (1221-1284). Sólo al final del periodo medieval hubo una mayor atención a la música profana, desarrollándose las llamadas «chansons» («canciones»), composiciones a dos o tres voces que seguían las pautas de los avances melódicos”.

Libro de Historia Alemana

 La música fue la luz del alma de los inmigrantes alemanes del Volga; con ella iluminaron las oscuras noches de insomnio esperando que naciera el sol de un mañana mejor; alabaron al Señor con himnos milenarios; cantaron al momento de nacer sus hijos, de bautizarlos, de impartirles la Primera Comunión, de confirmarlos en la fe, de casarlos y también cantaron llorando, tristes himnos de adiós al sepultar a sus muertos.
Cantaron  en casamientos, en reuniones de amigos y cientos de fiestas más. La música los acompañó en el trabajo. Glorificaron a Dios y a la nueva patria con letras de gratitud. Cantando oficiaron misas en acción de gracias.
Sus voces, sus melodías, sus canciones y sus sentimientos, sobreviven al tiempo y al olvido. Versos y música rememoran el desgarrador exilio de Alemania, la forzada despedida de la aldea volguense; el difícil afincamiento en la República Argentina; y la miseria y el sufrimiento de mil infortunios, guerras, hambrunas, epidemias y esperanzas inciertas esperando, siempre esperando el mañana mejor.
Un mañana mejor que hallaron aquí en la Argentina, en esta tierra bendita que los recibió con los brazos abiertos, donde fundaron aldeas, colonias y pueblos; donde volvieron a cantar con alegría y donde volvieron a resurgir los clásicos instrumentos y las voces melodiosas de los descendientes de los inmigrantes del mítico y lejano Volga. Y volvieron a cantar en coros las nostálgicas y románticas canciones de amor, de dolor, de angustia, de fe en Dios... pero esta vez también cantaron de felicidad, una felicidad plena y total.

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