Rescata

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martes, 20 de marzo de 2012

¡Qué suerte para la desgracia!


Arrimó el Ford T lo más cerca que pudo a la puerta de la casa. Los gritos de la parturienta desgarraban el silencio de la madrugada.
Como pudo, forcejeando, sudando y vociferando insultos contra todos los santos del cielo y de la tierra, metió a su mujer en el automóvil.
Arrancó como un caballo brioso, a los tumbos y desbocado. Y como en una jineteada, tras perder las riendas del volante, terminó incrustado en una estiba de bolsas de trigo.
Todo fue uno. El estruendo del choque, las bolsas cayendo, el grito desesperado de la esposa, y el llanto desconcertado del bebé que nacía.