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jueves, 2 de agosto de 2012

Celina Sauer, una personalidad destacada en Coronel Suárez

 “Cada vez me gusta más ser peluquera y disfruto con el trabajo como el primer día”. Las hermanas Sauer, un símbolo de buen gusto y técnicas al servicio de la elegancia femenina.

Celina Sauer se recibió de peluquera en 1957. En ese año, con apenas 15 de edad, abrió su peluquería en el domicilio de sus padres en Rivadavia 258.
Es la mayor de las tres peluqueras Sauer, que supieron y saben todavía revolucionar la cabeza de las mujeres con nuevos peinados, cortes y estilos modernos para lucir el cabello.
Le tomó amor a esta profesión desde pequeña, cuando venía de visita una querida tía que tenía su peluquería frente al Hotel Alvear en Buenos Aires y quien le hablaba de lo bueno que era realizar esta tarea, porque verdaderamente se disfrutaba con la labor.
Así fue un año a estudiar en la Academia Bruno Bobal, que en ese entonces era lo mejor de su época.
“Luego de recibirme cada año me iba a la peluquería de mi tía y aprovechaba a tomar cursos en Buenos Aires para actualizarme. Eso a la gente de Coronel Suárez le encantaba. Mi mamá, poco antes de enfermarse, me decía siempre: agradece a Dios que tenés las clientas de hace 50 años”. 
“Hay que pensar que tengo clientas desde siempre: se casaron ellas, tuvieron los chicos, se casaron sus hijos y vienen ahora sus nietas. Tomemos en cuenta que cuando empezamos teníamos la peluquería llena, de clientas y de amigas que iban a armar el programa para la salida del sábado. Cuando me casé deje cinco años de trabajar, pero extrañé terriblemente al punto tal que me enfermé. Luego que mi hija Achy creció empecé a sumar más horas de trabajo”.
Consultada si alguna vez se fue una clienta desconforme, dice que “hablar lo contrario sería mentir. Una vez dejé a una mujer con la cabeza gris y estuvimos hasta las 12 de la noche a ver si lo podíamos corregir y seguimos a la mañana siguiente, donde pude dar con el color de la tintura. Los productos no eran de la calidad de los de ahora y mi experiencia no era la actual. Hay que imaginarse una mujer de 30 años con la cabeza color rata. Esa noche no dormí pensando en la solución que tenía que encontrar al día siguiente”.
Relata Celina que otra anécdota está relacionada con los productos en aerosol que había para dejar la cabeza de un color dorado o plateado, “que quedaba bellísimo, pero cuando comenzaron a venir los productos de tintura a base de iodo hacían una reacción combinados, por lo que les empezaba a salir humo de la cabeza. Una vez en casa de mamá, sin tiempo de usar shampoo, me acuerdo que metí la cabeza de la clienta directamente bajo el chorro de agua para apagar la reacción química. En esos años teníamos que interrogar a la clienta sobre la cantidad de veces que había usado el aerosol (que tenía un poder residual), pedir la comunicación a la noche y esperar que a la mañana siguiente nos notificaran con el laboratorio de Loreal, para que el jefe técnico nos diera las indicaciones sobre la forma de reducir el efecto residual y podamos aplicar la tintura”.
Entre sus anécdotas está también la vez en que una novia de Pasman debió ser trasladada en tractor para sortear un barroso camino vecinal y de regreso tuvieron que envolver totalmente el peinado y el vestido, para que la lluvia y el barro no estropearan el trabajo y pudiera lucir hermosa en la ceremonia y en la fiesta.
Celina y sus hermanas, Emi, Nelly y Alicia, trabajaron durante muchos años peinando a las candidatas a reina de Coronel Suárez en forma totalmente gratuita, “y me parece un horror cuando me entero que hoy se cobra por esa labor. Nosotros lo hacíamos gratis, como una forma de devolver a la comunidad lo mucho que nos daban durante todo el año”.