Mi madre me dijo que recordara el lugar
de dónde vengo, la casa de adobe, la comida humilde, las reuniones familiares,
las calles de tierra, las gentes sencillas, honradas y sinceras. Las personas
buenas y trabajadoras. Los domingos de fiesta. Los días felices. También los
días tristes. Para tener presente durante toda la vida que nada es para siempre
y que después de cada tormenta siempre sale el sol y que aún en la noche más
oscura, las estrellas nunca dejan de brillar y Dios nunca deja de protegernos.
Mi madre era una mujer sin estudios
académicos pero tenía la sabiduría de la vida, esa sabiduría que no se enseña
en la escuela ni en las universidades, esa sabiduría que solamente tienen
ellas, las madres alemanas del Volga.
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