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domingo, 20 de noviembre de 2016

Mamá me dijo “mañana es el último día que vas a la escuela” -cuenta la abuela Nélida Gallinger.

Mamá me dijo “mañana es el último día que vas a la escuela. Ya tenés edad para trabajar. Tu hermano, a los ocho años, ya ayudaba a su padre en el campo y tu hermana, a los doce, ya estaba trabajando en la casa de doña María, de cocinera. Y vos todavía no hacés nada. Solamente vas a la escuela y perdés el tiempo jugando”.
“Yo no entendía nada. No quería dejar la casa de mis padres para ir a trabajar con una señora que necesitaba una niñera para que la ayuden con sus hijos. Lloré durante toda la noche y le recé a Dios que me ayudara para que mi madre cambiara de opinión. Pero no pasó nada. A la mañana me mandaron a la casa de la viuda Margarita Denk a trabajar. Tenía once años.
“Y así me fui –cuenta doña Nélida Gallinger. Con mi pequeño atadito de ropa y lo puesto. Nada más. Tenía solamente una muda para domingo y otra para trabajar. Lloré durante varias noches. Extrañaba a mi mamá,  mi papá y a mis hermanos. Ellos estaban lejos. Yo trabajaba en la ciudad, que quedaba a cincuenta kilómetros de la colonia.
“La señora me hacía cuidar a sus hijos pero con el tiempo me hizo lavar la ropa y planchar.  Y yo no podía decir nada porque me iba a echar a la calle y mi madre me iba a retar si pasaba eso. Mis padres necesitaban la plata.
“Mi mamá cobraba mi sueldo y lo usaba para criar a mis hermanos. Éramos seis mujeres y cinco varones. Pasamos mucha pobreza y miseria.
“En esa casa trabajé hasta el día en que me casé, a los dieciséis años, y me fui a trabajar al campo, con mi marido, a un tambo, a ordeñar vacas. Ahí estuvimos veinte años. Hacíamos de todo. Yo era un peón más. Hacía las cosas de la casa pero también ayudaba a mi marido en todo” –concluye doña Nélida Gallinger. 

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