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jueves, 30 de marzo de 2017

Rufino y Ofelia Graff, 61 años de amor


Más de 61 años de amor y compañía, donde reivindicaron con su familia todo lo que sus padres les transmitieron.

Tradición es lo que se transmite de generación en generación. De padres a hijos, a nietos y a los que siguen viniendo después. Y con el transcurso de los años eso que se va transmitiendo se constituye en la más fuerte de las raíces, lo que da identidad.
Los alemanes del Volga tienen muchas tradiciones que se han transmitido entre las familias, y que se han fortalecido con sentido de comunidad.
Para conocer algunas de ellas entrevistamos a un matrimonio de muchos años, Rufino Graff y Ofelia Weimann, que viven en Pueblo San José y que contabilizan 61 años juntos.
Que se quieren no hay dudas, y que se cuidan tampoco. Ofelia dice que sabe cómo está Rufino al escuchar lo que hace cuándo sale a trabajar en la huerta, cada mañana. Si canta, todo está bien.
La huerta “es una tradición de familia. Antes, cuando vivíamos en el campo, vivía mamá todavía, estábamos entre los tres –señalando a su señora- y mamá, lo primero que hacía era la huerta. Decía que había que cultivar algo en el sector donde uno vive, cuidarlo y recogerlo después. No es lo mismo que ir a los negocios y comprarlo. Lo que uno compra uno no sabe con qué viene. Lo propio uno lo siembra, y lo que nace es todo puro”. 
Esto lo dice Rufino. Se suma Ofelia que agrega: “de todo el verano estamos comiendo calabazas, tomates, zapallitos, acelga, cebolla, cebollines…”.
“Yo tengo siempre la tierra madre, como dicen los indígenas –agrega Rufino- y yo pienso que mi vida, de la forma como la llevo, tengo que estar metido dentro de la tierra, que la tengo que trabajar y estar en contacto con eso. Si un día no puedo trabajar ahí me falta algo. Nació con uno y lo llevo dentro del alma”. 
Ofelia apunta que “él se levanta todos los días a las 6 de la mañana, sale a caminar y a bicicletear. Regresa, toma su mate, come y ya sale a la huerta. No se lo ve dentro de la casa. Todo el santo día está afuera. Yo siempre digo que yo tengo sus 86 y él tiene mis 77, por todo lo que hace”.
Rufino era el cantante de la orquesta La Juventud, con los años se transformaron en Ritmo de Juventud, donde además solía tocar la batería. 
Ofelia, con apenas 16 años, había ido con su grupo de amigas al baile del club, como solían hacerlo por entonces. Él la miraba y a ella le pareció muy apuesto. Al poco tiempo andaban de novio y muy pronto se casaron. 
Cómo una niña-mujer de 16 años sabe que se está equivocando? Parece que las generaciones de antes contaban con más seguridades que las de ahora.
Ofelia dice: “si él me falta yo no quiero vivir más. Jamás pensé en los 61 años casados –dice la mujer en otro párrafo de la entrevista-, que podía separarme de él. Él tenía su carácter de joven, pero uno se va adaptando. Hoy lo hablo con mis hijos y para ellos el papá es todo. Era recto con sus hijos, pero bien. Y mi suegra, que era una santa, me ayudó en todo”.
Recuerda que se casaron en Santa María, en el Registro Civil los casó Pedro Streitemberger; el casamiento por iglesia y la fiesta también la hicieron en la Colonia 3: “es como que en Santa María están más juntos”, dice Ofelia. 
Suma a esto Rufino que “se pelean durante la semana y el fin de semana se juntan. A veces uno está con uno, con otro, están hablando de esto y aquello y uno cree que es una separación. Y cuando lo ven que hay una fiesta todos están ahí, aportando un algo. Eso es maravilloso, realmente. Está todo el pueblo unido”.
A la novia la ayudaron las hermanas de su marido a bordar las sábanas y su suegra le enseñó a cocinar las comidas alemanas. 
“A los 20 años tenía tres chicos. Nos casamos y nos fuimos al campo. Yo ya ayudaba en mi casa, pero muchas cosas me las enseñó la madre de él. A hacer la comida alemana, por ejemplo”. 
“Mi señora aprendió mucho de mi madre” dice Rufino, agregando que “yo también podría haber aprendido mucho pero no la entendí. Lamento hoy todavía no haberla escuchado. Ella quería hablar de Rusia, de dónde nacieron, qué peripecias era lo que habían pasado. Podríamos haber hecho un libro enorme. Desde el Volga se embarcaron para venir a la Argentina, pero primero descendieron en Brasil y como ahí no había mucha expectativa de poder vivir bien le avisaron gente conocida que estaba en la Argentina y le propusieron de venir a vivir acá”. 
Fortaleza apoyada en la fe para sobrellevar tantos problemas y conservar la esperanza. Reflexiona Rufino que “tenían una fe única puesta en el Señor. Él es el que nos guía, el que nos da. Era gente sana”.
Rufino y Ofelia, 61 años juntos, 4 hijos, muchos nietos y bisnietos. Una querida familia alemana que ha contribuido a transmitir las tradiciones de su pueblo. Desde la familia y con todo el amor.

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