Bajaron del barco. Viajaron en tren. Llegaron a sus colonias.
Levantaron sus casas de adobe. Sencillas y humildes. Ladrillo sobre ladrillo.
Esfuerzo sobre esfuerzo. Araron la tierra. La sembraron. Cosecharon. Y la
volvieron a arar, sembrar y cosechar. Hicieron todo eso y mucho más. Lo
hicieron sin conocer una sola palabra de español. Hablaban, cantaban y rezaban
en alemán. Y la nueva patria y Dios los entendieron y comprendieron. La
Argentina los cobijó dándoles la oportunidad de un destino de
prosperidad y Dios los protegió llenándoles las almas de gracia y las manos de
abundancia.
Con el transcurso de los meses nacieron los hijos. Con los hijos surgió
un hogar. Con el hogar una comunidad. Con la comunidad una colonia. Y con la
colonia una iglesia, una escuela, herrerías, carpinterías, almacenes de ramos
generales. Y con ella la esperanza y con la esperanza el amor y la felicidad.
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